Las empresas más ricas del mundo viven de eso que usted, con suerte, me está prestando ahora, su tiempo, su atención.
Permítame ponerme hoy en plan un poco abuelo moralista.
Llevo trabajando en periódicos digitales en Galicia un cuarto de siglo, desde 2000. Por entonces, se revisaba cada uno de los comentarios.
Al fin y al cabo, el medio es el responsable de todo el contenido, no solo de las noticias, también de los comentarios. Debe vigilar que no se publica nada ilegal. Si no vigila, le puede caer una condena, y con razón.
Así que bastaba con que se llamase tonto a un político para censurar un comentario. Prueben hoy a pedir a X o a Facebook que borren una entrada porque le llaman tonto a usted o alguien.
¿Les da la risa? A mi también.
Las redes sociales rebosan de insultos, ridiculizaciones e incitaciones al odio.
Un caso reciente en Galicia: el “moitas señoras deste país diríanlle a Paula Prado ela si que ten falta de unha bomba na cona” que le espetó el ex-candidato del BNG Rogelio Santos Queiruga a Paula Prado (PP).
Lo hizo después de que la conservadora acusase al Bloque de reunirse con los “herederos de ETA” para “traer la kale borroka a Galicia”. Pronóstico que puntuó con el emoticono de una bomba.
Argumentación política y réplica de altísimo nivel, oigan.
X no borrará ni la burda incitación al miedo de Prado ni la zafiedad de Queiruga.
¿Por qué? Primero, por que nadie lo pedirá, pues tal simplismo y agresividad se han convertido en norma. Además, tampoco lo han pedido los aludidos. Visto lo visto, sospecho que exprimen el protagonismo que les confiere la polémica.
Hace tiempo que el bien más importante en nuestra sociedad no es el dinero, ni la información, es la atención.
Segundo, no se borrará porque a X no le conviene. Hace tiempo que el bien más importante en nuestra sociedad no es el dinero, ni la información, es la atención.
Las empresas más ricas del mundo viven de eso que usted, con suerte, me está prestando ahora, su tiempo, su atención.
Cuanta más polémica, más atención, más datos, más publicidad, más ingresos, más poder. Por lo tanto, si un político, un comunicador o una empresa quiere hacerse notar, nada mejor que generar polémica.
Esto no es nada nuevo. Es lo que llevamos haciendo los periodistas siglos. Véase por ejemplo el titular o la foto que ilustran este artículo. La diferencia es que las redes sociales han multiplicado el poder de este resorte exponencialmente. La receta hipervitaminada es promocionar opiniones cada vez más extremas, para generar polémica y así generar consumo.
Las consecuencias están a la vista de todos.
En teoría, la Fiscalía podría abrirle un proceso penal a X o Facebook por no monitorizar la gran cantidad de odio que todos los días potencian en sus plataformas.
Ahora bien, las leyes que rigen lo que es legal publicar en España no han cambiado. Lo que era válido para un pequeño digital en 2000 lo es para X en 2025, o debería serlo.
En teoría, la Fiscalía podría abrirle un proceso penal a X o Facebook por no monitorizar la gran cantidad de odio que todos los días potencian en sus plataformas.
¿Les sigue dando la risa? Pues más bien les debería dar miedo.
Lean “Los irresponsables Una historia de poder, codicia y falso idealismo”, crónica interna escrita por una dirigente Meta/Facebook sobre como esa empresa doblegó la voluntad de los estados más poderosos.
No lo firma una cualquiera. Sarah Wynn-Williams ocupó el cargo de directora de Políticas Públicas Globales de Facebook durante siete años en los que se encargó de llevar las negociaciones de Mark Zuckerberg con los líderes más importantes del planeta.
Hoy en día, únicamente los gobiernos que han prohibido las grandes redes sociales estadounidenses como X o Facebook pueden evitar que cultiven el extremismo en sus países. China, por ejemplo. No lo hacen por altruismo, claro está; lo hacen porque no admiten competencia. Esos gobiernos buscan monopolizar la atención de sus ciudadanos con sus propias redes.
Así que, ciudadanos del llamado mundo libre o súbditos de las llamas autocracias, estamos bien j***dos.
¿Qué podemos hacer?
Ser pilotos de nuestra propia atención. En un mundo lleno de estímulos es difícil, pero no imposible.
Que hayan llegado leyendo hasta aquí lo prueba.
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