Alcaldías: ¿vocación o profesión?

Alejandro de Diego Gómez

Secretario de Administración Local.

Alcalde contingente

Fotograma de la película Amanece, que no es poco.


Hace unos días se presentó el resultado de la encuesta elaborada por Red Localis sobre las peticiones del mundo local al nuevo Ejecutivo gallego, y, como era de esperar, una de las cuestiones que menos preocupan a nuestros munícipes es la fusión de Ayuntamientos, que contrasta con el último estudio de esta Red en el que se ponía de manifiesto la necesidad, y urgencia, de acometer este proceso de una forma ordenada, racional y desapasionada, en beneficio, sobre todo, de la población del rural. Y a pesar de que algunos llevamos años dando razones para ello sin embargo los Alcaldes suelen desacreditarlo sin más, o recurriendo a manidas e inconcretas razones culturales, sociales o históricas. Pero hay un dato que hasta ahora no se ha abordado, quizás por poco ponderado, cuando puede ser esclarecedor, como es el sueldo de nuestros políticos locales.

Hace 5 años el entonces Secretario de Estado de Cooperación Territorial, Gaspar Zarrías, me dijo que casi el 90 % de los representantes de los pequeños Ayuntamientos no cobra ni un solo euro y son un verdadero batallón de voluntarios que prestan servicios a la ciudadanía a costa de su trabajo, de su ocio, de su familia, de su dinero, etc. (sic). Pero esto necesita ser matizado.

Efectivamente, en los Ayuntamientos pequeños, e incluso en los medianos, hay un auténtico batallón de Concejales que, de forma desinteresada, prestan sus servicios a la ciudadanía a un coste poco relevante en concepto de asignaciones por asistencias a órganos colegiados, como Plenos, Juntas de Gobierno, Comisiones, etc. Pero cosa distinta son los sueldos de los Alcaldes, y en ocasiones de algunos Concejales, por sus dedicaciones al Ayuntamiento. ¿Poco o mucho?, pues aproximadamente una cantidad similar a una anualidad de la deuda. Muy cerca de la media nacional cuando los municipios gallegos son los últimos en ingresos de toda España, un 28% por debajo, y en relación con las tasas e impuestos locales, donde ejercen su autonomía fiscal, un 30%. Todo ello por un sentimiento paternalista que ha venido presidiendo la actuación de los Alcaldes de los pequeños Ayuntamientos, aunque ya no tenga cabida en los tiempos en que vivimos, donde la gente busca la mejoría en la calidad de vida aunque tenga que pagar algo más por ella. 


Así lo han entendido otras Comunidades similares a Galicia en dispersión y envejecimiento de su población rural como Castilla y León, con el agravante de que allí prácticamente cada núcleo tiene su Ayuntamiento y por lo tanto pudiera tener más acuciado ese sentimiento paternalista o ese temor a la reacción de la gente ante el aumento de la presión fiscal, y no es así, sus Ayuntamientos de menos de 5.000 habitantes tienen unos ingresos por tasas e impuestos propios un 23% superiores a los gallegos, con unos costes políticos inferiores en un 44%. Por lo que si aquí quieren cobrar como la media deberían también asumir la responsabilidad fiscal de la media y fijarse en los ingresos propios, por ejemplo, también de los de Aragón, Cantabria o La Rioja.

El despoblamiento del rural gallego es un dato objetivo. En los últimos 15 años hemos pasado de 192 Ayuntamientos con menos de 5.000 habitantes a 200, a pesar de la fusión de Oza-Cesuras que de no haberse dado estaríamos en 202, pero a pesar de haber 10 más su población ha disminuido en casi 50.000 habitantes. Sin embargo, el sueldo de sus políticos se ha incrementado en casi 5 millones de euros, un 70% con respecto al que cobraban hace 15 años, cuando sus presupuestos sólo lo han hecho en un 55%. Y ello no sólo porque se hayan aumentado los emolumentos, sino porque cada vez son más los Alcaldes y, en ocasiones también Concejales, que hacen del Ayuntamiento, mientras pueden, su medio de vida, contradiciendo al voluntarismo que presidió las primeras legislaturas tras la restauración de la democracia, y al que sin duda se refería Gaspar Zarrías, aunque no quisiera ver que ya entonces había cambiado la tendencia.

¿Será ésta una razón de peso para que se opongan a las fusiones, aunque vean languidecer cada vez más a sus Ayuntamientos, o es que con el paso del tiempo me estoy haciendo un mal pensado?

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